A propósito de elecciones
El domingo amanece con un rostro de sueño único, intenta decirnos algo. Los bendecidos del CNE se dirigen presurosos a sus puestos de trabajo en contra de su voluntad por una jornada donde se visualizará lo más instintivo y bajo de los ecuatorianos. Sea cual sea el resultado, la hermandad perderá terminados los escrutinios.
El día se torna habitual en este tipo de circunstancias, más aún en la conmocionada Guayaquil: tráficos, accidentes, analistas económicos en las esquinas de Urdaneta y Escobedo, sociólogos degustando un maduro con queso, y politólogos que lanzan conceptos tan abstractos que harían ver a Giovanni Sartori un adolescente colegial mal uniformado. Ecuador entero se prepara para el sufragio de lo que ve y no entiende, oye pero no escucha y comenta pero sin decir una sola palabra.
Siete preguntas, siete solamente, que lograron dividir un país, menos de 200 palabras en total en una hoja membretada por un sujeto al que nadie le importa, preguntas que van desde lo ilógico hasta aquellas que ameritan el más profundo análisis. Siete preguntas, más de una docena de anexos con reemplazos y modificaciones, y el futuro de una patria grafiteado en un papel.
Llegando a mi lugar de votación ubicado en Tomás Martínez y Baquerizo Moreno, el mítico San José La Salle, irrumpo en sus predios no sin antes encontrar conocidos en sus alrededores y un ambiente que acompaña al día, algo oscuro, sombrío. Las juntas receptoras están vacías, quizás sea porque es una sola papeleta la que deberá ser rayada, y esa misma papeleta no será objeto de mayor estudio. Me acerco a la mesa número 20 de varones, el presidente de mesa solicita mi cédula mientras me saluda con un bostezo, uno de los vocales se encontraba profundamente dormido por lo que procuré decir mis nombres a baja voz para no interrumpir la pernoctada en el cenit de aquel individuo que debería estar más cómodo en su casa. Con papeleta en mano avanzo hacia el sitio de votación y me dieron unas ganas de revisar que todo lo que había revisado anteriormente estuviera correcto y así lo estaba: 7 preguntas, anexos al reverso, y el engaño de creer que vivimos en democracia, cuando esas preguntas las formuló alguien que no conozco, pensando sólo en quienes conoce.
Como es conocido por mis allegados mucho había revisado de esta consulta previo este día, tenía una convicción de responder según mis principios y mi entendimiento y así lo hice. Terminando de colocar la papeleta en su urna, el tipo que venía tras de mi conversaba con su compañero de trayecto y le decía: "yo sólo escribiré arrecho Barcelona" y no dudo que así lo haya hecho...
No termino de salir y caminando en dirección al malecón, en una esquina se deleitaban un par de tipos insultándose, uno de ellos mientras era sujetado por sus amigos, recordándole al otro que su bien ponderada progenitora laboró en horas de luna en un sitio de regocijo masculino con un salario dependiente de la afluencia de los mismos y el sacrificio corporal, sólo por haber votado NO en la consulta. Dicha escena se transformó en el perfecto circo romano de los conocedores sociopolíticos de las esquinas, que reprochaban con vituperios o defendían con ahínco la postura de ese fulano. Mientras las cosas se calman, un sujeto dice en voz alta como tratando de que lo escuchase: "debieron matarlo por haber votado NO". Me acerco al fulano y confuso suelto la pregunta: "¿pensar diferente es motivo de pena de muerte?" a lo que me replica inmediatamente "¿eres correísta?"... sólo sonreía mientras recordaba tantas críticas que le hice al régimen anterior, sin embargo, entendí que el objetivo había sido logrado: la actitud separatista estaba en su máximo apogeo, divide y vencerás. Sin responder la pregunta del sujeto, sigo mi camino sin acelerar la marcha. Sé que no logré un ápice de raciocinio en el cavernícola oligofrénico con el que pasé dos frases, y sé que no gané un centavo partido por la mitad con ello, pero era preferible ante la histeria colectiva que ahogaba la sociedad ese día, no opinar nada más. Irónicamente, uno de los objetivos de los magnates tras el poder había sido cumplido. Amanecerá, y todos seguiremos exactamente en el mismo sitio, con los mismos sueños o frustraciones, con los mismos anhelos o querellas, sólo que con el conocimiento (o no) de haber servido de peones para los supremos que juegan con nosotros un ajedrez social... Ganará el sí por default y estoy convencido de ello, y si ganara el no me haría exactamente la misma pregunta, ¿ganamos nosotros?
Cruzo la calle Panamá, vacía de lo que puede decirse vacía, escenario perfecto para que un Amenábar haga un remake de "Abre los ojos". Tan vacías como las esperanzas de concientización que tenía en este domingo. No sé quien gane cuando encienda un noticiero pasadas las cinco, sólo sé que de verdad, perdimos como ecuatorianos porque abrimos un poco más la brecha separatista que nos heredó Rafico y seguimos con la idea que un trozo de papel cambiará nuestras vidas...
El día se torna habitual en este tipo de circunstancias, más aún en la conmocionada Guayaquil: tráficos, accidentes, analistas económicos en las esquinas de Urdaneta y Escobedo, sociólogos degustando un maduro con queso, y politólogos que lanzan conceptos tan abstractos que harían ver a Giovanni Sartori un adolescente colegial mal uniformado. Ecuador entero se prepara para el sufragio de lo que ve y no entiende, oye pero no escucha y comenta pero sin decir una sola palabra.
Siete preguntas, siete solamente, que lograron dividir un país, menos de 200 palabras en total en una hoja membretada por un sujeto al que nadie le importa, preguntas que van desde lo ilógico hasta aquellas que ameritan el más profundo análisis. Siete preguntas, más de una docena de anexos con reemplazos y modificaciones, y el futuro de una patria grafiteado en un papel.
Llegando a mi lugar de votación ubicado en Tomás Martínez y Baquerizo Moreno, el mítico San José La Salle, irrumpo en sus predios no sin antes encontrar conocidos en sus alrededores y un ambiente que acompaña al día, algo oscuro, sombrío. Las juntas receptoras están vacías, quizás sea porque es una sola papeleta la que deberá ser rayada, y esa misma papeleta no será objeto de mayor estudio. Me acerco a la mesa número 20 de varones, el presidente de mesa solicita mi cédula mientras me saluda con un bostezo, uno de los vocales se encontraba profundamente dormido por lo que procuré decir mis nombres a baja voz para no interrumpir la pernoctada en el cenit de aquel individuo que debería estar más cómodo en su casa. Con papeleta en mano avanzo hacia el sitio de votación y me dieron unas ganas de revisar que todo lo que había revisado anteriormente estuviera correcto y así lo estaba: 7 preguntas, anexos al reverso, y el engaño de creer que vivimos en democracia, cuando esas preguntas las formuló alguien que no conozco, pensando sólo en quienes conoce.
Como es conocido por mis allegados mucho había revisado de esta consulta previo este día, tenía una convicción de responder según mis principios y mi entendimiento y así lo hice. Terminando de colocar la papeleta en su urna, el tipo que venía tras de mi conversaba con su compañero de trayecto y le decía: "yo sólo escribiré arrecho Barcelona" y no dudo que así lo haya hecho...
No termino de salir y caminando en dirección al malecón, en una esquina se deleitaban un par de tipos insultándose, uno de ellos mientras era sujetado por sus amigos, recordándole al otro que su bien ponderada progenitora laboró en horas de luna en un sitio de regocijo masculino con un salario dependiente de la afluencia de los mismos y el sacrificio corporal, sólo por haber votado NO en la consulta. Dicha escena se transformó en el perfecto circo romano de los conocedores sociopolíticos de las esquinas, que reprochaban con vituperios o defendían con ahínco la postura de ese fulano. Mientras las cosas se calman, un sujeto dice en voz alta como tratando de que lo escuchase: "debieron matarlo por haber votado NO". Me acerco al fulano y confuso suelto la pregunta: "¿pensar diferente es motivo de pena de muerte?" a lo que me replica inmediatamente "¿eres correísta?"... sólo sonreía mientras recordaba tantas críticas que le hice al régimen anterior, sin embargo, entendí que el objetivo había sido logrado: la actitud separatista estaba en su máximo apogeo, divide y vencerás. Sin responder la pregunta del sujeto, sigo mi camino sin acelerar la marcha. Sé que no logré un ápice de raciocinio en el cavernícola oligofrénico con el que pasé dos frases, y sé que no gané un centavo partido por la mitad con ello, pero era preferible ante la histeria colectiva que ahogaba la sociedad ese día, no opinar nada más. Irónicamente, uno de los objetivos de los magnates tras el poder había sido cumplido. Amanecerá, y todos seguiremos exactamente en el mismo sitio, con los mismos sueños o frustraciones, con los mismos anhelos o querellas, sólo que con el conocimiento (o no) de haber servido de peones para los supremos que juegan con nosotros un ajedrez social... Ganará el sí por default y estoy convencido de ello, y si ganara el no me haría exactamente la misma pregunta, ¿ganamos nosotros?
Cruzo la calle Panamá, vacía de lo que puede decirse vacía, escenario perfecto para que un Amenábar haga un remake de "Abre los ojos". Tan vacías como las esperanzas de concientización que tenía en este domingo. No sé quien gane cuando encienda un noticiero pasadas las cinco, sólo sé que de verdad, perdimos como ecuatorianos porque abrimos un poco más la brecha separatista que nos heredó Rafico y seguimos con la idea que un trozo de papel cambiará nuestras vidas...
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